sábado, 5 de noviembre de 2011

Lincomicina: Vanguardia Antibiótica (ilender CORP)

AUTOR: ilender CORP
INTRODUCCIÓN

La multiplicidad de formas de difusión de las Enfermedades Infecciosas de los animales domésticos, particularmente de las aves, sigue siendo una enorme dificultad para su control. Si por razón alguna, se omite la vacunación de los animales en riesgo, es de imaginar la proporción en que se incrementa el peligro de una epizootia en las zonas o regiones de crianza, con las consecuentes repercusiones económicas.



Se tiene, por ejemplo, la posibilidad de contagio directo de animal enfermo a animal sano; la presencia de fomites o portadores (vectores de diversa clase); infecciones a través de los alimentos, a partir del suelo (esporas de bacterias u hongos) o del aire (virus en suspensión o como partículas llevadas por el viento). Hay que añadir a estos medios la persistencia del foco infeccioso como fuente de proliferación de gérmenes patógenos, más aún si las prácticas de bioseguridad han sido puestas de lado o se ejecutan de manera inadecuada.



Si a la evaluación de estos riesgos se suma las particularidades de cada uno de gérmenes patógenos, se crea un inmenso potencial infeccioso por la virulencia de estos gérmenes, la cual en buena parte de las circunstancias se relaciona con la caída de las resistencias orgánicas de los animales expuestos, debido a factores estresantes (ayunos por muda forzada, temperaturas ambientales agresivas, cambios de alimento, sobrepoblación, parasitosis, entre muchos otros más).



Este potencial de virulencia depende especialmente de dos propiedades que tienen los microorganismos: la capacidad de propagación (invasión) a los tejidos y superficies del cuerpo y la capacidad de elaborar sustancias químicas que destruyen células, tejidos y órganos.



La capacidad de propagarse en los tejidos empieza con discretas formas de resistencia enzimática que poco a poco logra establecer la presencia de sustancias antagónicas a las fuerzas de resistencia o defensa del organismo animal. Es conocido, por eso, que algunos gérmenes poseen cápsula como estructura protectora ante las influencias que pueden serle dañinas.



En estas condiciones los clostridios poseen pocas facultades invasoras, pero son muy peligrosos por las toxinas que elaboran constantemente, y que se absorben al torrente circulatorio a través de la sangre o linfa.



Los microorganismos que por el contrario carecen de toxinas (mycoplasmas) tienden a poseer considerable poder de invasión, produciendo trastornos generalizados o cuadros patológicos en cualquier órgano vital (pulmones, sistema nervioso central, sistema digestivo, etc). Estos gérmenes ejercen su acción dañina en los puntos donde se multiplican aceleradamente, destruyendo así la salud y productividad de los animales a los cuales atacan.

Con estos antecedentes, año tras año las ciencias veterinarias han venido realizando constantes estudios e investigaciones con los que se ha logrado notables progresos en el conocimiento y más adecuada interpretación de los procesos bioquímicos que suceden en la célula microbiana. Se han evidenciado hechos de incalculable valor científico que aclaran la mecánica de los problemas infecciosos e inmunológicos de las aves, tanto que en nuestros días es posible aplicar novedosos sistemas de prevención para las Enfermedades Infecciosas y más aún se cuenta con técnicas de diagnóstico y tratamiento más precisas y eficaces como veremos más adelante.







LA ENTERITIS NECRÓTICA: FACTOR LIMITANTE DE LA PRODUCTIVIDAD



Uno de los problemas que constantemente amenaza la salud y la productividad de las aves, es la presencia de gérmenes patógenos, particularmente los anaerobios que, como se sabe, habitan en la porción inferior del tubo digestivo. Entre ellos destaca la significación del Clostridium perfringens (tipo A y C), germen Gram positivo, causante de la enteritis necrótica (EN) de pollos, pavos y codornices.



Esta enfermedad en sí es un padecimiento sumamente agudo, principalmente en aves criadas en piso; poco se conoce acerca de su modo de contagio, sospechándose que se realiza por vía oral, mediante el contacto con excremento de aves infectadas (Gómez y col., 1992). Para desarrollarse requiere de la intervención de un factor predis-ponente que con frecuencia es una coccidiosis subclínica (Balauca, 1976; Maxley y Page, 1977; Al-Sheikhly y Al-Saieg,1980), la ingestión de cama o bien cambios inadecuados en la dieta (Baba y col., 1992; Riddell y Kong, 1992).



Aparece súbitamente en el lote afectado con fuerte y marcada depresión, renuencia al movimiento, diarrea, plumaje maltratado y muerte repentina (a veces en pocas horas). La mortalidad oscila entre 2 y 10%, pudiendo llegar al 30%, en brotes severos. A la necropsia se observa intestino friable, distendido por la presencia de gases; la mucosa intestinal pierde su epitelio y muestra pseudomembranas adheridas, de color amarillo a verdoso; también puede encontrarse coágulos de sangre o fluído oscuro maloliente; es frecuente además detectar lesiones hepáticas (Lovland y Kaldhusdal,1999). Todo el cuadro así descrito corresponde a una enteritis fibrinonecrótica.



Quian (1998) comenta acerca de la participación de las exotoxinas en la penetración del Clostridium al tejido epitelial del intestino, especialmente las del grupo histotóxicas (alfa y beta) que caracterizan a C. perfringens tipo A. Estas toxinas, según Wenstein y col. (1988) son lecitinasas que se comportan como necrosantes, leucotóxicas y hemolíticas.



Varios autores han reproducido esta enfermedad, en forma experimental. Bernier y col. (1988) por ejemplo, inocularon Cl. perfringens por las vías oral y endovenosa, demostrando que existe mayor mortalidad por inoculación oral.



Con toda esta información hay suficientes elementos de juicio para evaluar el impacto negativo que la enteritis necrótica ocasiona a la salud de las aves afectadas y, particularmente sobre la economía de la industria avícola, tanto que las pérdidas debidas a la reducción de su crecimiento y conversión alimenticia, pueden ser más costosas que la mortalidad del lote afectado.



Investigaciones realizadas con lincomicina, hace varias décadas, han constatado sucesivamente su efectividad frente a cuadros de enteritis necrótica. Maxey y Page, por ejemplo en 1977 condujeron ensayos donde se reprodujo el cuadro de enteritis necrótica en pollos, con aislamiento de Clostridium perfringens. Se evaluaron diferentes concentraciones de lincomicina en la ración, en dos ensayos. En el primero de ellos se utilizó 2 a 100 g del antibiótico por tonelada de alimento y en el segundo, dos a cuatro gramos por tonelada. Se instauró para cada caso un grupo testigo no medicado.



Cada ensayo tuvo seis grupos de tratamiento, según la concentración empleada. Como la coccidiosis clínica causada por Eimeria brunetti y E. maxima fue prevalente, en cada uno de estos ensayos se utilizó el mismo coccidiostato que rutinariamente se empleaba en la granja de experimentación.



El estudio concluyó demostrando que las aves receptoras de linco-micina a la concentración de 2 g/ ton de alimento o más, exhibieron significativa reducción de la mortalidad debida a enteritis necrótica, al compararse con las aves testigo, medicadas con coccidiostato y que no recibieron lincomicina en el alimento (P < 0.05).



De la misma manera Truscott y Al-Sheilhly (1977) reprodujeron la enfermedad al cambiar la ración de harina de pescado por una estándar de inicio, conteniendo Clostridium perfringens en título de 108/g de alimento; utilizando pollos de 2 semanas de edad. La lincomicina se añadió a la ración inoculada a la concentración de 20 g/ ton lográndose reducir significativamente la mortalidad en los pollos. El inoculum de Cl. perfringens se hizo directamente al duodeno utilizando un tubo de resina insertado quirúrgicamente. Se observó también la interrelación que existe entre el número de gérmenes inoculados y el grado de lesiones.



Por su parte Hamdy et al, (1983) comprobaron la eficacia de Lincomicina administrada en agua de bebida, al buscar su óptima concentración para este propósito. Para el efecto utilizaron el antibiótico a razón de 0, .528, 2.114, 8.454 y 33.818 mg / L de agua, durante un período de 7 días y dentro de una población de 2895 pollos de ensayo, los cuales fueron reunidos desde su primer día de edad hasta la aparición de la enteritis necrótica. El estudio terminó tres semanas después de la iniciación de la terapia. Los datos sobre mortalidad se analizaron estadísticamente para concluir que la dosis óptima para alcanzar una respuesta positiva contra la E. N. era de 16.9 mg/L de agua de bebida.



Con posterioridad otros autores (Fuentes, 1985; Huber, 1987) dan cuenta de la efectividad de Lincomicina en cuadros de clostridiosis en otras especies animales.







MICOPLASMOSIS AVIAR Y PORCINA

Como cualquier Enfermedad Infecciosa, la micoplasmosis está al acecho de animales susceptibles y para lograr su instalación en el organismo, aprovecha el aporte de múltiples factores de riesgo, entre los cuales puede citarse el estado de inmunocompetencia del animal, la presencia de gérmenes contaminantes, las inclemencias del tiempo y del ambiente en general, así como factores estresantes propios de la metodología de crianza.

De una u otra manera, los micoplasmas por ser gérmenes invasores no toxigénicos, gradual pero constantemente van deteriorando la eficiencia del fenómeno respiratorio. Los factores de riesgo arriba enumerados, contribuyen al resentimiento de las células esféricas, encargadas de lubricar la red bronquial así como de las células ciliares, responsables de la eliminación de cuerpos extraños del árbol respiratorio (Osweiler, 1998).



Estos fenómenos fisiopatológicos encuentran mayor oportunidad en climas de humedad relativa inferior a 50%; sin embargo si esta humedad se eleva considerablemente, se hace presente el oportunismo de la E. coli para complicar el cuadro clínico de micoplasmosis.



En opinión de Froyman (1986) y Gómez et al (1992), la latencia de M. gallisepticum se modifica por acción de otros gérmenes como Pasteurella, Haemophilus y diversos virus (Marek,Gumboro y viruela) y como responsables de reacciones posvacunales, el virus de New Castle, BI y laringotraqueítis aviar.



La propagación de la micoplasmosis cuenta con el concurso de vectores y fomites contaminados con excreciones y secreciones infectadas, a lo que puede añadirse el papel de las corrientes de aire. Dentro del galpón es importante mencionar la responsabilidad que recae sobre Alphitobius diaperinus, conocido coleóptero de la gallinaza, así como de la mosca doméstica y de las aves silvestres.



La transmisión de M. gallisepticum a través del huevo reviste gran importancia tanto que los programas de erradicación se orientan casi exclusivamente a los reproductores (da Silva, 2000) junto a severos programas de bioseguridad.



No obstante, pese a la extrema aplicación de medidas preventivas, en granjas brasileñas (da Silva, 2000) a fines del siglo XX se pudo comprobar el resurgimiento de la micoplasmosis, probablemente a causa del aumento de la densidad de la población aviar por m2 o por la intensa comercialización de huevos fértiles y pollitos bb; se sospecha igualmente de la reposición de machos durante la producción o del surgimiento de vacunas y antibióticos ineficaces para esta enfermedad.



Tampoco debe descartarse la variabilidad de la virulencia por la facilidad con que las cepas no patógenas evolucionan a cepas altamente virulentas o a cepas atípicas no virulentas. En una u otra forma habrá que considerar también la probabilidad de una respuesta nula o irregular para formar anticuerpos.



La variabilidad antigénica conduce, como es lógico, a errores en el diagnóstico de la enfermedad ya que pueden presentarse falsos positivos o falsos negativos.



Hay que recordar que las aves se contagian por trasmisión vertical (huevos y pollitos contaminados) constituyendo una forma de perpetuar la infección en la parvada. La trasmisión horizontal ocurre principalmente por medios mecánicos a través del hombre, animales y equipos. La trasmisión aérea es probable en tramos cortos de distancia (MS) y es muy alta durante los cuadros clínicos agudos, así como por el incremento del número de aves por lote o área de crianza. En estas circunstancias el uso de antibióticos puede enmascarar la forma en que estaría sucediendo la trasmisión de la enfermedad.







ESTRATEGIAS DE CONTROL

Existe diversidad de opiniones sobre la manera de prevenir y controlar la presencia y difusión de la Enfermedad Respiratoria Crónica (ERC) (Gómez y col., 1992; da Silva, 2000; Talavera, 1985; Takeshita, 1995; Glisson, 1993; etc.). Todos tienen como denominador común la bioseguridad dentro de su significado epizootiológico, administrativo o ambiental. Algunos autores promueven el aspecto inmunitario por vacunación; otros indican medidas administrativas dentro de la crianza, incluyendo la buena práctica de higiene y desinfección, Ventilación, control de la temperatura del galpón y más aún adecuados registros de mortalidad relacionada con la ERC.



Da Silva (2000), dice que la medicación y la vacunación para micoplasmosis solamente deben ser consideradas cuando no sea posible mantener la granja libre, a través de las medidas de bioseguridad. Se postula que el uso continuo de vacunas vivas puede lograr el desalojo de la cepa virulenta de campo, dentro de las granjas infectadas. Sin embargo, se observan algunas desventajas para este procedimiento, pues existe la posibilidad de introducir organismos vivos o nuevos a la granja o sea el riesgo de transmisión horizontal. Es entonces recomendable monitorear constantemente los programas de bioseguridad, para hacer los ajustes necesarios.



En concordancia con lo anteriormente expuesto, la recomendación de usar la antibióticoterapia es permanentemente una poderosa arma de apoyo a los programas de bioseguridad. Gómez (1992) por ejemplo, indica utilizar este medio para detener la invasión de E. coli, resaltando la necesidad de que llegada la circunstancia es menester controlar simultáneamente a E. coli y Mycoplasma. Talavera (1985) por su parte, destaca el empleo de lincomicina, tilosina, espectinomicina y tiamulina entre otros fármacos antimicrobianos.



Raemdonck (1991) igualmente evaluó la sensibilidad de E. coli y M. gallisepticum, aislados en Norte y Sudamérica, frente a drogas tipo danofloxacina, furaltadona, sulfametoxasol / trimetoprim, lincomicina, espectinomicina, oxitetraciclina y tilosina. Los investigadores de Upjon Co. y del Ohio Agricultural Research Center, en 1977 recomendaron la combinación de lincomicina y espectinomicina para reducir la aerosaculitis de los pavos, originada por Mycoplasma meleagridis. En un trabajo experimental in vivo Laber y Schutze (1975) demostraron también la efectividad de la tiamulina frente a la aerosaculitis de pollos y pavipollos, atacados por M. gallisepticum.



Glisson (1993) opina en el sentido de que no existe un solo anti-biótico, sin importar la dosis o duración del tratamiento, que pueda eliminar MG de la parvada. Sin embargo, añade que los antibióticos pueden tener un impacto muy importante en la enfermedad respiratoria y en la producción de huevos ya que minimizan las pérdidas. Dice, que en pollos de engorde los antibióticos tienen como finalidad disminuir la severidad de la enfermedad respiratoria y quizás hacer más lenta su diseminación dentro de la parvada.



Las investigaciones de Serrano (1993) sobre el tratamiento antibiótico de la micoplasmosis son igualmente interesantes pues menciona como fármacos de mayor uso a los macrólidos y las lincomicinas, la tiamulina como diterpénico y las fluorquinolonas. Asevera que el tratamiento terapéutico de la micoplasmosis disminuye los síntomas de la enfermedad pero no la extermina. Añade que el tratamiento de control mediante dosis intermedias (más bajas que las terapéuticas) se realiza en el alimento, durante la época de riesgo con antibióticos de buena absorción oral para conseguir una adecuada concentración mínima inhibitoria.





En lo que atañe a la micoplasmosis porcina son igualmente interesantes los estudios realizados sobre su patogenia, alta prevalencia e impacto económico (Vega, 1995; Andresen, 1990). Otros autores se han referido al tratamiento medicamentoso de esta enfermedad. Así el empleo de tiamulina sola, es recomendado por Glawischnig y Steininger (1976); tiamulina o tilosina en combinación con sulfacloropiridazina y trimetoprim, por Kertheerakul (1994).



Andresen (1990) al respecto, asevera la eficacia de tilosina y tiamu-lina, aunque refiere que se han reportado resultados contradictorios sobre la eficacia de tiamulina.



El uso de enrofloxacina ha sido comentado por Bauditz (1993). Hannan y col. del Centro de Investigación de Salud Animal de Beecham Pharmaceuticals Research del Reino Unido estudió la actividad in vitro de 12 quinolonas y 4 antibióticos contra 15 especies veterinarias de micoplasmas (incluyendo M. bovis, M. hyopneumoniae y M. hyosynoviae) así como otras cepas de Bordetella y Haemophilus, demostrando que la ciprofloxacina era la fluorquinolona más activa contra M. hyopneumoniae. Armstrong (1982) dio a conocer sus experiencias con tetraciclinas, tilosina y lincomicina, afirmando que estos antibióticos son efectivos y ayudan a reducir la severidad de la micoplasmosis por M. hyopneumoniae.



Con posterioridad, Fuentes (1985) recomendó utilizar lincomicina en los cerdos, vía i.m. cada 12 horas, para tratar las micoplasmosis. Finalmente en 1997 el FDA, mediante la regulación 558.325, prescribe lincomicina a dosis de 200 g / ton de alimento, para reducir la severidad de la neumonia micoplásmica porcina causada por el M. hyopneumoniae.



Como ha podido apreciarse, ante la magnitud y persistencia de la ERC se han dado a conocer numerosas e interesantes opiniones para su control, sin dejar de mencionar aquella medida drástica que tiene que ver con la erradicación. Ante semejante posibilidad y frente a situaciones frecuentes donde se hace necesario dar apoyo a los programas de bioseguridad, Lincomicina* es una excelente alternativa por sus singulares propiedades y características, que la ubican a la vanguardia de los tratamientos antibióticos modernos. Veamos las razones para ello:





LINCOMICINA

De acuerdo con Gómez y col. (1992) la lincomicina frecuentemente se asocia al grupo de los antibióticos macrólidos sea por su espectro, por sus aplicaciones clínicas o mecanismos de resistencia desarrollados por las bacterias. A pesar de ello, difiere en su estructura química porque ésta incluye la presencia de un aminoácido unido a un aminoazúcar. Por lo demás, es un compuesto hidrosoluble y estable en soluciones a pH ácido.



Particular característica corresponde a su mecanismo de acción, pues lo realiza frente a bacterias y mycoplasmas, en base a su afinidad por la subunidad ribosomal 50S y la síntesis proteica consiguiente, que es inhibida precozmente al ser interferidas las reacciones de translocación y transpeptidación o sea la transferencia de aminoácidos a la cadena proteica que se está sintetizando por actividad del RNA a nivel ribosomal (Flores, 1971). De esta manera se comporta como bacteriostática. Sin embargo Alvarado (1997) indica que en algunos casos las lincosaminas pueden ejercer acción bactericida, dependiendo del germen y de la concentración que alcance el antibiótico.



Este mecanismo aún está en estudio y al momento sólo permite aseverar que la lincomicina puede afectar a los enlaces peptídicos o la iniciación de la cadena peptídica que empieza a sintetizarse.



La excelencia del trabajo antimicrobiano de la lincomicina, estudiada desde 1970, ha permitido conocer que hay una relación entre las defensas orgánicas del ave y este antibiótico, porque existe una capacidad de penetrar en la membrana de los fagocitos y con ello se aumenta la tasa de destrucción microbiana. Es decir, que además de que la lincomicina llega al suero sanguíneo y a los compartimentos intercelular e intracelular, amplía esta característica al penetrar no sólo dentro de las bacterias, sino también a través de los fagocitos que como defensas orgánicas que son, han incluído dentro de sí al Mycoplasma para eliminarlo y por actividad de la lincomicina se consigue su total exterminio. Este fenómeno se debe a la alta lipofilicidad de la Lincomicina*.



Lo espectacular de este fenómeno radica en que la concentración intracelular es 50 veces mayor que la extracelular. Al mismo tiempo que, como hemos dicho anteriormente, la Lincomicina estimula la quimiotaxis, opsonización y fagocitosis, procesos sumamente importantes que realizan los leucocitos polimorfinucleares en su ruta hacia la destrucción de los gérmenes infecciosos (Gómez y col., 1992).



Se concluye entonces en el sentido de que la eficiencia clínica de la lincomicina se deriva del singular efecto intracelular y extracelular que produce.



Otra característica sobresaliente de la Lincomicina se refiere a su capacidad de inhibir la producción de enzimas y toxinas de ciertas bacterias patógenas (Gómez y col., 1992) por mecanismos de alteración metabólica.



Sobre los aspectos que acaban de señalarse, algunos autores han manifestado sus opiniones. Spinosa y col. (1996) nos hablan, por ejemplo, del grupo de las lincosaminas como drogas que presentan la característica común de conseguir buena concentración en el interior de las células, además de su buena actividad sobre los patógenos de la mastitis (G+), es decir estafilococos coagulasa-negativos, como el S. epidermitis que permanece viable en el interior de las células fagocitarias, resistiendo los tratamientos de la mayoría de los fármacos antimicrobianos que no alcanzan la concentración terapéutica suficiente en el interior de las mencionadas células.



Gómez y col. (1992) nos recuerda que la Lincomicina se aisló del hongo Streptomyces lincolnensis en Nebraska (EE UU) y a través de los años se han sintetizado algunos derivados, entre los que destaca clindamicina. No hay que confundir, sin embargo el uso de uno u otro antibiótico, pues cada uno de ellos tiene sus propias indicaciones y en lo que atañe a clindamicina, además de su costo mayor, existen algunas limitaciones especialmente durante la terapia para los porcinos.



En lo que se refiere al espectro antimicrobiano en aves, se menciona la actividad excelente sobre los micoplasmas (M. gallisepticum y M. sinoviae) y también algunos gérmenes gram positivos tales como Clostridium, Streptococcus sp., Staphylococcus sp. y Haemophilus influenza. Unicamente en estudios in vitro se ha comprobado la inhibición del crecimiento de otras bacterias como E. coli, Pseudomonas aeruginosa, Klebsiella sp. y Salmonella sp., necesitándose para ello mayores concentraciones que las habituales.



En los cerdos es activa contra Mycoplasma, Erisipelothrix, Leptospira, B. anthracis, Corynebacterium, Brachyspira, Lawsonia, Staphylococcus sp. y Streptococcus sp., excepto S. fecalis (Sumano, 1999; Calle, 2002).





Puede esperarse resistencia cruzada con clindamicina u otras lincosaminas, dada su analogía química o modo de acción semejante, fenómeno que aún se discute, aparte de lo que puede suceder frente a cloranfenicol y eritromicina, donde el fenómeno es más bien competitivo por el sitio de acción ribosomal (Colusi, 1994).



Al administrarse la lincomicina por vía oral (sea en agua de bebida o en el alimento) la absorción a nivel intestinal es apreciable para conseguir alrededor de las dos horas adecuadas concentraciones sanguíneas. Se distribuye ampliamente a nivel de los órganos respiratorios (pulmón, tráquea, sacos aéreos), hígado, bazo, riñón, tejido óseo y fluidos del organismo. No atraviesa la barrera hematoencefálica a menos que exista un estado inflamatorio de las meninges y se concentra en un 40% en relación a los niveles plasmáticos.



La Lincomicina se metaboliza en el hígado por reacciones de oxidación, sulfoxidación y metilación (Sumano, 1999) y su principal vía de eliminación es la bilis (77%) para excretarse por las heces. Otra parte (14%) se elimina por vía renal.



Estudios toxicológicos de gran exigencia técnica y científica, se han realizado en los EE UU y en Canadá y en ellos ha quedado demostrado que lincomicina carece de efectos genotóxicos, es decir que no ocasiona problemas de mutación, hecho que se ha comprobado microbiológicamente (S. typhimurium) y en animales de laboratorio (hamsters, ratas e insectos).







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